Jürgen Schuldt
(Diario El Comercio, 25/07/2016)
Esperamos, sin embargo, que más allá de las urgentes medidas de corto plazo se recojan iniciativas del gobierno saliente para aumentar la productividad y expandir nuestro mercado interno (temas esenciales para reducir el impacto de los recurrentes choques externos). Nos referimos al Plan Nacional de Diversificación Productiva, que servirá para “inyectar nuevos motores a la economía nacional”, según el saliente ministro de la Producción, Piero Ghezzi.
En esencia, se trata de una estrategia –mesas de trabajo incluidas– centrada en determinados subsectores prometedores de producción concentrados en centros de innovación productiva y transferencia tecnológica (CITE), así como parques industriales y la iniciativa Sierra Exportadora.
Los CITE, localizados descentralizadamente, se han iniciado en determinadas ramas de los sectores pesquero, forestal, minero no metálico, cuero-calzado, textil, energía, etc. Cada uno de ellos aumentará la productividad de las empresas que configuran el sector. Esto será posible gracias a la difusión tecnológica y a la generación de encadenamientos productivos en tres direcciones: “hacia atrás” (oferentes de insumos), “hacia adelante” (demandantes domésticos y foráneos de productos finales) y “hacia los costados” (tributación y servicios).
A ello habría que añadir una propuesta complementaria anunciada por Pedro Pablo Kuczynski: dejar de exportar piedras y –para el caso de la minería– refinar el cobre con el fin de añadir aun más valor agregado a esas exportaciones. Una idea específica que debería ampliarse a muchas otras exportaciones primarias y que, adicionalmente, contribuiría a la formalización de las pymes integradas a esas configuraciones productivas.
Continuar con esa diversificación productiva sería un valioso punto del mensaje presidencial, por más que se piense –erróneamente– que esta estrategia de “escoger ex ante a los ganadores” es ineficiente. Esperemos que no se elimine o ignore, pues esa es una nociva costumbre de nuevos gobiernos respecto a iniciativas valiosas de su antecesor.
Más allá de ese prometedor proyecto, no puede pedírsele mucho más al nuevo Gabinete tecnopolítico, en la medida que sus economistas son bien intencionados creyentes en las bondades de las inexistentes libres fuerzas del mercado. Cuando se requeriría, incluyendo a la transformación productiva, de una estrategia integral de desarrollo que nos lleve del actual esquema capitalista monopólico –excluyente y exodependiente– a uno que amplíe el mercado interno sin descuidar el externo y reduzca la desigual distribución del ingreso y de la riqueza. Todo ello para ampliar la inclusión social y estar menos expuestos a la volatilidad de los mercados globales.
A ese respecto, habrá que ver lo que el entrante gobierno le encarga y cuánto le asigna de presupuesto al Centro Nacional de Planeamiento Estratégico, que bien podría realizar esa tarea, reducida a su mínima expresión por el gobierno que se jubila. Asimismo, sería recomendable incluir sus funciones en un ministerio de la planificación, por más que traiga malos recuerdos del lejano Instituto Nacional de Planificación. Dirá usted: ¿Otro más, aparte del ministerio de apoyo a las regiones que se inaugurará el próximo año según el plan de gobierno oficial? Ambos son esenciales y serían viables si se integraran varios de los –de por sí exagerados– 19 ministerios actuales. Esperaremos ese momento, ya que este primer mensaje seguramente no incluirá esta papa caliente, aunque –en una línea– sería otro buen punto.
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