10.2.16

¿Economía al servicio del 1%?

Germán Alarco
(Diario Uno, 6/2/2016, p. 10)

Es el título del último informe de Oxfam (2016) sobre la desigualdad presentado antes del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. Tiene tres secciones y un resumen ejecutivo. En la primera parte se analiza como el crecimiento de la riqueza ha beneficiado a pocos. En la segunda se presentan ejemplos de los mecanismos, organizaciones y personas que utilizan el poder político y económico para reforzar los beneficios de las élites. En la tercera parte se detalla la estrategia para re-equilibrar la participación y poder entre las diferentes partes de la Sociedad. Obviamente la reacción en contra no se ha hecho esperar; en el decano de la prensa nacional ya se han publicado un editorial y una columna de opinión para tratar de rebatir el análisis y conclusiones del informe.

En este se incluyen ejemplos que reflejan el aumento de la desigualdad al interior de las empresas, no sólo de las economías desarrolladas. Se citan los casos de empresas del sector tabaco y de tecnologías de la información en la India donde sus directores ganan 439 y 416 veces el ingreso de un trabajador promedio respectivamente. La información agregada sobre la evolución diferenciada de los ingresos, la riqueza y los salarios es abundante.

En el documento se recomienda pagar salarios dignos y reducir las brechas respecto de las remuneraciones de los altos directivos; procurar reducir las diferencias de ingreso para las mujeres; mantener bajo control y supervisión las acciones de influencia de los grupos y personas poderosas; establecer sistemas de investigación y desarrollo que apoyen las medicinas genéricas y minimicen impactos sobre los precios; trasladar la carga tributaria del consumo y el trabajo hacia la riqueza y los ingresos de capital; y combatir la desigualdad a través de los servicios públicos básicos financiados por el gasto público. Por otra parte, para incrementar los ingresos públicos solicitan que se establezcan medidas definitivas contra los paraísos fiscales, poner fin a la carrera de aumentar incentivos fiscales improductivos y promover la trasparencia fiscal en las empresas y en los Estados.

Ya van tres años seguidos en que el decano repite sus críticas maniqueas contra Oxfam. Ni siquiera son originales. Se niegan a examinar toda la evidencia internacional que señala que a partir de los años ochenta del siglo XX la concentración de la riqueza e ingresos es cada vez mayor. Por razones ideológicas también se olvidan de que la elevada desigualdad tiene efectos negativos a nivel económico (debilita el crecimiento), social (afecta la cohesión social) y político (erosiona la democracia). Tienen que tapar el sol con un dedo porque todas las recomendaciones a favor de sociedades no tan desiguales van en contra de sus intereses económicos.

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