(Diario Uno, 4/6/2016, p.8)
Es difícil para un economista dejar de serlo por un momento. Nos enseñaron equivocadamente que nuestra disciplina es superior a otras, grave error. La elección de este domingo nos obliga a pensar en primer lugar como ciudadano. Hay que decirle no a Fuerza Popular. Su historia y presente es peligroso para el futuro del país. Los valores democráticos, las libertades, la tolerancia, la honestidad y la sana convivencia están en entredicho. No se puede permanecer neutral ante esta eventualidad que nos regresaría a tiempos oscuros. El voto a favor de PPK es un voto crítico, con la nariz tapada, porque representa una opción que si bien no vulnera los valores anteriores no proporciona mucha esperanza en el campo de lo económico.
De partida la propuesta de reducir el IGV es peligrosa, ya que no existe evidencia empírica nacional ni internacional de que una reducción de este tipo se traslade a los consumidores ni que opere la curva de Laffer mediante la cual una reducción de impuestos eleva la recaudación tributaria. Por el contrario, reducirá la presión tributaria induciendo la reducción del tamaño del Estado. Lamentablemente, este es un objetivo ya señalado por su jefe de plan económico y futuro ministro de economía. En la propuesta no hay rol alguno al planeamiento estratégico; la diversificación productiva se circunscribe a más inversión en infraestructura y prosigue en el discurso de menos tramitología. No hay palabra alguna relativa a la reducción de la desigualdad más allá de la inversión en educación.
PPK ya anunció que mantendría al presidente actual del BCRP. Al respecto, no se debe olvidar el continuo incumplimiento de sus metas de inflación, la inadecuada política sobre las reservas internacionales y del tipo de cambio que ignora los impactos sobre la competititividad. No hay que olvidar que está en contra de Petroperú y la seguridad energética nacional y el domingo pasado anunció asociaciones publicas privadas para dos cárceles sin demostrar que esta alternativa es superior a la de realizarlas como inversión pública.
Tampoco todo está mal. En el campo macroeconómico se anuncia una política fiscal expansiva utilizando la noción del déficit estructural y los reducidos niveles de endeudamiento público. Hay otros chispazos como la estrategia para apoyar la formalización de los mineros artesanales a través de la creación de un Banco Minero o de oficinas bancarias especiales que les compren el mineral a mejores precios y les otorguen recursos financieros. Es positivo su énfasis por mejorar el abastecimiento y calidad del agua sin privatizar; el represamiento de los ríos de la costa -en las alturas- para evitar el desperdicio del agua en el mar; y más crédito a tasas razonables a los micro y pequeños productores.
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