(Diario El Comercio, 26/6/2017, p. 9)
Apenas inaugurado el presente gobierno, el presidente Kuczynski mencionó que la diversificación de la economía –inaugurada por Piero Ghezzi- debía continuarse, preferentemente en torno a la agroindustria y el turismo. Asimismo el premier Zavala prometió fortalecer ese proceso y el ministro Thorne insistió en la necesidad de reducir nuestra dependencia de materias primas incorporando nuevos motores de crecimiento que hasta el FMI aplaudió.
Pocos días después, los ministros de la Producción y de Transportes cuestionaron ese “Plan de Diversificación Productiva” (2014). Y, hace un mes, cuando el nuevo ministro todavía no había calentado su asiento en Produce, lo congeló afirmando que “ya no va” porque sólo confiaba en las fuerzas del mercado, sin mayor participación del Estado, dando a entender que la diversidad económica haría peligrar el “modelo” inaugurado en los años noventa.
Esta contramarcha del gobierno, hábito al que ya nos tiene acostumbrados, es resultado de un desconocimiento de la historia económica de los que hoy son países desarrollados: los libres mercados no fueron los que les permitieron remontar el subdesarrollo. Porque, desde que el capitalismo transitó de su fase comercial-mercantilista a la propiamente industrial, iniciada en el siglo XVIII, las economías que se desarrollaron exitosamente fueron las que aplicaron políticas proteccionistas, amparadas en la “doctrina de la industria naciente”.
Para ello implementaron reformas económico-institucionales heterodoxas, ajustadas a las peculiaridades de cada sociedad: subsidios a la manufactura infante, tasas de interés preferenciales, empresas públicas en ramas estratégicas, tipos de cambio selectivos, restricciones a ciertas inversiones extranjeras, planificación indicativa, entre tantas otras que hoy en día son consideradas herejías por los buenos economistas liberal-ortodoxos.
Fue en Gran Bretaña donde se inició la Gran Transformación (Karl Polanyi), basada en la Revolución Industrial implementada entre 1720 y 1850, que la llevaron al “desarrollo” adoptando políticas intervencionistas. Más tarde siguieron por esa ruta proteccionista: EEUU (entre 1830 y 1940, debido a Alexander Hamilton), Alemania desde 1870 (por Bismark, en base a la obra de Federico List), Japón durante la postguerra (por Kaname Akamatsu), los Tigres Asiáticos desde los años sesenta y, más recientemente, los capitalismos estatistas más radicales, como China (desde 1978) e India (de 1991 en adelante). Y es sólo cuando esas economías alcanzaron elevados niveles de desarrollo abren sus economías y adoptan crecientemente políticas de “libre mercado”, que entonces recomiendan para su evolución a los países atrasados, con lo que los condenan al “desarrollo del subdesarrollo” (Andre Gunder Frank).
Que se haya mandado al tacho la diversificación productiva a la peruana, no sólo es una señal más de un gobierno que ha perdido la brújula, sino que es una lástima si observamos toda la infraestructura e institucionalidad que se implementó y que prometía -a mediano plazo- la transformación de la matriz productiva nacional. Destacan las Mesas Ejecutivas Sectoriales; el Instituto Nacional de Calidad; los Centros de Innovación Productiva y Transferencia Tecnológica (CITE), incluidos los parques industriales; la Mesa Ejecutiva Transversal Logística; los incentivos tributarios para las empresas innovadoras; el valioso capital humano contratado; el apoyo ofrecidO por la ONUDI, etc.
Ciertamente el enfoque de Ghezzi aún requiere enriquecerse con paradigmas más integradores, más allá del sectorialismo, tales como los “polos descentralizados de desarrollo” (Francois Perroux) a partir de parques tecnológicos y ‘clusters’ agro-industriales, generando “encadenamientos hacia atrás y adelante” (Albert Hirschman) y el aprovechando nuestras ventajas comparativas dinámicas. Todas las que darían lugar a una “causación circular acumulativa” (Gunnar Myrdal): ampliación de los mercados internos, diversificación de las exportaciones, mejor distribución del ingreso (y de la riqueza) y descentralización productiva, consecuencias del incremento de la productividad y competitividad. Nada que ver con el “desarrollo hacia adentro” que caracterizó las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, cuando Latinoamérica privilegió la “industrialización por sustitución de importaciones”.
De manera que, si curamos la miopía cortoplacista que nos caracteriza y recusamos las políticas ortodoxas, ampliaríamos nuestros estrechos márgenes de maniobra económico-políticos actuales, permitiéndonos reducir la exagerada exo-dependencia de las commodities y escapar de la “trampa de las economías de ingreso medio” en la que estamos atorados ahora. En breve, más que rechazar el “modelo”, la diversificación le aseguraría flexibilidad, dinamismo y sostenibilidad en el tiempo.
***http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/transformacion-matriz-productiva-juergen-schuldt-437484
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