Germán Alarco
(Diario Uno, 30/9/2917, p.9)
Ante cada cambio de las autoridades gubernamentales se insiste en la necesidad de implantar una reforma laboral. Desafortunadamente, no se trataría de mejorar los ingresos y las condiciones laborales de los trabajadores, sino todo lo contrario. La ofensiva ya se inició; participan como siempre las organizaciones empresariales del sector privado, casi todas las consultoras privadas y la mayoría de analistas económicos. El fin de semana pasado el presidente de la mayor encuestadora nacional propuso que el Congreso y el Ejecutivo hagan un pacto político para flexibilizar la legislación laboral para frenar la informalidad. La lista de lugares comunes y comentarios fuera de contexto fue numerosa.
De partida, colocó como ejemplos de flexibilidad laboral y buenos resultados en términos de desarrollo económico a EE.UU. y China. Aquí habría que preguntarnos si estos son los únicos buenos ejemplos y si estas experiencias han promovido el desarrollo humano sostenible. ¿Cuáles son los niveles de ingreso actuales en EE.UU. respecto del Perú? Asimismo, ¿dónde quedaron los países nórdicos y la mayoría de economías europeas?, ¿China es un buen ejemplo de buenas prácticas laborales y adecuadas condiciones de vida para sus trabajadores?
Se repitieron lugares comunes sin evidencia empírica alguna. Se afirmó que los sobrecostos laborales afectan a las empresas formales y generan mayor empleo informal. Según el Ministerio de Trabajo (2017) entre 2007 y 2016 el empleo formal ha crecido en 5.3% anual, el empleo informal en el sector formal aumentó 0.6% y el empleo informal en el mismo periodo varió 0.2% anual. Con esta evidencia queda claro que lo que crece más es el empleo formal y no el informal. Por otra parte, se exageró el rol de un fallo del Tribunal Constitucional de 2002 donde se promovió la reposición en el puesto de trabajo. Hay que recordar que sólo el 36% de los trabajadores tienen contratos de trabajo de plazo indeterminado, mientras que el restante está sujeto a contratos temporales y a regímenes especiales que limitan sus derechos. Se omite que la participación de los sueldos y salarios en el Perú está claramente por debajo de los estándares de la región e internacionales. En el mundo ideal del comentarista el seguro social, gratificaciones, vacaciones y CTS son sobrecostos laborales.
No sólo falla la base empírica de los promotores de la desregulación laboral sino que su enfoque responde exclusivamente a la teoría económica neoclásica donde los salarios son un costo y no fuente de ingresos y demanda. Se repite una propuesta previa a la crisis de los años treinta del siglo XX, nada que ver con la escuela keynesiana. Se olvidan del origen estructural de la informalidad. En fin, pura ideología para defender los intereses de pocos.
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