(Diario Uno, 10/6/2016, p.10)
Al momento en que se escribe esta columna aún no se tienen los resultados oficiales de las elecciones, aunque lo más probable es que la victoria corresponda a PPK. Para alcanzar este virtual resultado fue esencial el apoyo que en favor de la democracia y las libertades proporcionó el Frente Amplio y, en especial, su lideresa Verónika Mendoza. También es cierto que ese candidato sólo concretó compromisos puntuales con algunos sectores sociales vinculados a las fuerzas progresistas. Sin embargo, puede ser momento de recordar algunos elementos que serían útiles para mejorar el desempeño de la economía nacional y contribuir a la gobernabilidad.
A través de pequeños pero diversos cambios significativos el plan puede generar esperanza. En primer lugar, se debe relievar el rol del planeamiento y la gestión estratégica del poder ejecutivo que daría rumbo e integraría las diferentes funciones del gobierno. Sobre el tema, hasta el decano de la prensa nacional el domingo pasado señaló que priorizar es la prioridad (sic). La estructura del Estado debe ajustarse a la estrategia. Tampoco el nuevo gobierno debe temer a la definición de un rumbo sectorial más claro. Al respecto, hay que recordar el libro de Anatomía de un fracaso económico de finales de los años setenta que dio inicio al impulso de las exportaciones no tradicionales en el Perú. ¿Cuál es ahora la apuesta multisectorial concreta? No se debe olvidar que los mercados son productos humanos y por tal razón se debe procurar armonizar las señales de mercado con el planeamiento. ¿Qué se espera de los precios clave?
En segundo lugar, se debe ampliar y mejorar la estrategia de diversificación productiva partiendo de la realidad de nuestros clusters embrionarios y los empresarios que tenemos. Se debe soñar, sin alejarnos de la tierra. Hay que crear una nueva institucionalidad y ampliar la lista de instrumentos: ciencia-tecnología e innovación, financieros, microeconómicos y herramientas de gestión pública. En tercer lugar, se debe abandonar la agenda antilaboral, reconociendo que se debe elevar la participación de las remuneraciones en el producto y, como lo plantea el FMI, reducir la elevada desigualdad. Esta es una receta que promueve el crecimiento económico (Ostry, et al, 2014), no afecta necesariamente a la competitividad y es positiva en tiempos internacionales adversos.
Bajo ninguna circunstancia debe reducirse el tamaño del Estado. A nivel global queda claro que su función redistributiva será cada vez más importante en razón a que el cambio tecnológico reduce el contenido de mano de obra por unidad de producto. Por último, es imprescindible que el desarrollo financiero se subordine al desarrollo productivo. Este es un tema donde hay mucho que comentar más adelante.
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