4.1.16

¿Derechos de la naturaleza?

Germán Alarco
(Diario Uno, 2/1/2016, p.9)

Es el nombre del libro, sin interrogantes, de Eduardo Gudynas publicado en 2014. Se trata de un documento clave para quienes estamos interesados en la problemática ambiental y en la sostenibilidad en armonía con el entorno y pensando en las generaciones futuras. Es también importante como base para entender los planteamientos postextractivistas que surgen como crítica al extractivismo primario exportador de los gobiernos neoliberales y de los denominados por ellos como gobiernos nacionalistas redistributivos (por ejemplo, Bolivia, Ecuador y Venezuela). Nadie niega la relevancia de buscar alternativas para generar empleo, ingresos y renta pública sobre la base del uso sostenible de los recursos naturales renovables, pero en definitiva a nuestro juicio se exceden.

El error de partida es plantear el biocentrismo donde se sostiene que los elementos del ambiente –o los seres vivos independientes de los seres humanos– poseen valores propios o valores intrínsecos (p.33). Se destaca que la naturaleza tiene derecho a que se respete integralmente su existencia, el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura y funciones y procesos evolutivos (p.76-77). No se lee mal, pero de allí rechazar toda propuesta antropocéntrica que pretenda el aprovechamiento responsable de los recursos es maniqueo. No se debe olvidar que los ecosistemas han cambiado antes de la intervención humana. Son procesos naturales y destructivos de miles de millones de años que continúan en el tiempo. ¿Existen los proyectos de vida (p.48) de las otras especies?

A Gudynas no le gusta siquiera el contenido de la constitución boliviana de industrializar los recursos naturales (p.116). En su perspectiva, el ser humano puede utilizar la naturaleza para satisfacer sus “necesidades vitales” (p.116). Se postula la moratoria de las actividades petroleras en la Amazonía (p.173), evitar la ampliación de la frontera agrícola (p.193). Se propone el “Buen Vivir” (con raíces comunitarias no capitalistas) como un concepto plural en proceso de construcción que expresa una crítica del desarrollo a partir del biocentrismo (p. 181). Hay que avanzar hacia una economía posmaterial, donde el crecimiento económico no sea importante admitiendo tesis decrecionistas en las economías avanzadas o de grupos de hiperconsumo en el sur del mundo (p.181).

Todos reconocemos los excesos de la sociedad de consumo, pero de ahí aproximarnos a una propuesta de naturaleza virgen parece más una nueva religión panteísta y fuera de tiempo. También llama la atención que el único enemigo son los establecimientos extractivistas, soslayando que el cambio climático, la contaminación, la destrucción de la biodiversidad, entre otros males, son responsabilidad de todos nosotros en el día a día.

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