Carlos Parodi
La economía peruana funciona con dos monedas: el sol y el dólar. Esto significa que cualquier persona puede tener un crédito en dólares a pesar que sus ingresos los puede recibir en soles. La variable clave entre ambos es el tipo de cambio. Si el tipo de cambio baja, como ocurrió durante el período 2003-2012, entonces “es negocio” pedir un préstamo en dólares a pesar que los ingresos se recibían en soles, pues mes a mes se requería de menos soles para comprar los dólares y pagar las deudas. Sin embargo, desde hace un par de años, el tipo de cambio comenzó a subir y ahora quienes tienen sus deudas en dólares necesitan cada vez más soles para cumplir con sus pagos mensuales.
Por otro lado, la economía peruana tiene una brecha externa, definida como el exceso de importaciones sobre las exportaciones, en ambos casos de bienes y servicios. Y eso genera la necesidad de aumentar el tipo de cambio para reducir importaciones y reequilibrar el desbalance externo. Alguien podría decir algo así: “Si el BCR tiene reservas, entonces puede vender dólares y evitar que el tipo de cambio siga subiendo”. En primer lugar, el tipo de cambio se determina en el mercado y el BCR solo evita fluctuaciones bruscas. En segundo lugar, la historia económica muestra infinidad de ejemplos que ello tiene un límite, además que el tipo de cambio es el elemento de “protección natural” frente a la situación externa. Un tipo de cambio bajo incentiva las importaciones y atenta contra aquellas actividades en las que somos relativamente eficientes, pero perdemos por el dólar bajo. Además, la situación económica externa se proyecta hacia un escenario en la que el tipo de cambio subirá casi en cualquier situación. En síntesis, parece que la tendencia del tipo de cambio será hacia el alza en los siguientes meses.
Ante la posibilidad, cada vez más clara, que el tipo de cambio suba, se hace necesario desdolarizar los créditos. Significa que aquellos que tengan préstamos en dólares y obtengan sus ingresos en soles, deben negociar con los bancos para “solarizar”, es decir, pasar a soles sus deudas y así evitar lo que los economistas denominan “descalce de monedas”.
Las decisiones que toman las personas, empresas y gobiernos se mueven por incentivos. Para la persona es mejor hacerlo, pues así “puede dormir tranquila” sin temer a un aumento en el tipo de cambio. Para los bancos es preferible hacerlo, pues, ¿qué pasa si un grupo de personas no puede pagar? El banco embarga el activo, proceso que demora al menos un año, y se queda con un auto o un inmueble que tiene que mantener para evitar que pierda más valor durante el proceso de embargo. Luego, si puede, lo vende a un precio mucho menor. Al banco no le conviene el embargo. El BCR también tiene el incentivo para inducir la desdolarización, pues resulta complicado tomar medidas de política monetaria con dos monedas.
Por esas razones, a fines de 2014, el BCRP implementó un conjunto de medidas para acelerar la desdolarización. Desde luego que el problema está en la negociación con respecto del tipo de cambio al cual se cambian las deudas de dólares a soles y los gastos adicionales que el mismo banco comercial coloca para la operación. Y ahí me parece que se debería plantear algún incentivo más contundente para que las negociaciones entre el banco y el cliente lleguen a buen puerto. De lo contrario el impacto será mínimo y en el evento que el tipo de cambio aumente, algo esperado por la mayoría de analistas, pueden aparecer más problemas que los esperados. No olvidemos un antiguo adagio en finanzas: “Si un grupo de personas le debe a un banco mil soles y no puede pagarle es problema de las personas, pues el banco lo cobrará de todas maneras; pero, si ese mismo grupo le debe al banco una cantidad mayor, digamos un millón de soles, el problema es del banco, porque si no los cobra, entra en problemas”.
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