(Perú21, 28/6/2015, p.5)
Nadie desea que se frenen las decisiones de inversión en sector alguno incluido el minero. Sin embargo, muchos analistas y empresarios repiten insistentemente que los conflictos sociales y la tramitología son los culpables de su retracción. Antes se la atribuyeron al tema de Repsol, cuando en realidad era una solicitud de rescate de la propia empresa, luego a las leyes sobre la comida chatarra, de seguridad y salud en el trabajo, a los denominados sobrecostos laborales, entre otras excusas.
La inversión se frena principalmente por decisión de las propias empresas y para ello habría que especificar sus determinantes. Keynes (1936) señaló que dependen de dos variables: los rendimientos esperados respecto del valor de la inversión (eficiencia marginal del capital) y de la tasa de interés. Con estos elementos, el futuro de la inversión privada y de la economía para el mediano plazo no pinta muy bien. La expectativa de precios de casi todos los productos mineros para el mediano plazo es en el mejor de los casos constante (véase reportes del Banco Mundial y FMI) y tanto las tasas de interés como el precio de los bienes de capital irían hacia el alza.
En las condiciones actuales se requiere que las empresas flexibilicen sus expectativas de ganancias hacia la baja. La rentabilidad actual es menor a la obtenida años atrás y no se espera que este panorama mejore por condiciones internas e internacionales. En 2014 todas las firmas de la Bolsa de Valores de Lima tuvieron un rendimiento neto promedio sobre el patrimonio del 10%, en 2013 fue 12% y años antes del 22%, pero siempre superior a los estándares internacionales. Ya se acabaron los tiempos fáciles. Hay que recordarles a muchos empresarios de ahora el ímpetu que tuvieron aquellos otros que hicieron empresa hace décadas atrás.
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