(Diario Uno, 26/6/2015, p.10)
Los analistas estándar focalizan la defensa del modelo económico peruano en su desempeño histórico. Para ellos todo o casi todo lo ocurrido después de la Constitución Política de 1993 es positivo, razón por la cual se debe insistir en mantenerlo sin ajuste alguno. Efectivamente, tuvimos un alto crecimiento del producto, baja inflación, aumento de las exportaciones, entre otros. Sin embargo, hay variables con problemas, eluden que la economía peruana tuvo altos niveles de crecimiento entre los años cincuenta y sesenta y que el crecimiento a partir de los noventas tuvo vaivenes y ciclos. Por otra parte, se olvidan de que lo que fue aceptable antes, no será necesariamente lo mejor para mañana. ¿Acaso el entorno y las condiciones se mantienen permanentemente?, ¿se hicieron siempre las cosas de la mejor forma?
Nadie puede negar los serios desequilibrios heredados a inicios de los años noventa en el Perú y lo inevitable de realizar un ajuste. Sin embargo, tanto el Banco Mundial como el FMI señalan que esto pudo hacerse mejor en varios temas a nivel global (Zagha, et al, 2006). La privatización acelerada de empresas públicas sin la creación de marcos regulatorios previos devino en concentración y prácticas no competitivas. La desregulación financiera fue precipitada generando mayor vulnerabilidad, crisis bancarias e inestabilidad. El manejo del tipo de cambio con objetivos antiinflacionarios, combinado con la brusca desregulación arancelaria y la apertura financiera generó desprotección a las actividades productivas internas, problemas en la balanza de pagos y crisis. La liberalización cambiaria generó una peligrosa apreciación de las monedas nacionales, entre otras.
No sólo se pueden plantear observaciones en el ámbito macroeconómico. Hace meses atrás, el Consorcio Camisea elaboró y difundió un estudio sobre los impactos positivos de su operación. Sin embargo, la pregunta debe ser cómo maximizamos estos impactos hacia adelante. Es irracional que el país exporte un energético barato, menos contaminante e importe combustibles líquidos. El sobrecosto para los consumidores y productores locales se ubicaría alrededor de 1.4% del PBI. ¿Aprovechamos bien nuestras ventajas absolutas y comparativas con este comportamiento?, ¿acaso no se podrían generar ventajas competitivas dinámicas aprovechando el gas natural en lugar de exportarlo como materia prima?
La desaceleración económica actual es resultado de la menor demanda externa iniciada en diciembre de 2012, de fuerzas endógenas como la apreciación cambiaria y la reconcentración del ingreso, problemas en la política fiscal y monetaria, otros fenómenos estructurales e institucionales. Hay mirar hacia adelante sin vendas en los ojos. El modelo económico debe ser ajustado.
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