Germán Alarco
(Diario Uno, 3/3/2017, p.18)
La corrupción es un fenómeno histórico en el
Perú, siendo muy pocos los gobiernos donde esta no existe o es poco
significativa. Efectivamente, la institucionalidad es débil. No hay que olvidar
que durante García II y Humala se debilitó más a los reguladores sectoriales. También
es innegable que la cultura del capitalismo neoliberal es un caldo de cultivo
más propicio para la corrupción. No puede exonerarse a los tecnócratas que
participaron por corrupción, sumisión u omisión, ni dejar de reconocer que se
debe hacer una reingeniería del marco regulatorio de las APP.
Los poderes económicos y mediáticos están desesperados en buscar
explicaciones a la corrupción que no comprometan al sistema de las asociaciones
públicas privadas (APP), al modelo económico y a la tecnocracia. Circulan
diversas hipótesis. Nos llamaron la atención las planteadas por el presidente
de la mayor empresa de encuestas de opinión del país, la del presidente de la
primera empresa de consultoría nacional y del último Viceministro de Economía
del gobierno anterior. La lista de mentiras y argumentos falaces es larga.
Según el primero, la megacorrupción fue impulsada por una alianza infame
entre los líderes del Foro de Sao Paulo y empresas mercantilistas brasileras
que se beneficiaron de la falta de ética de políticos populistas y técnicos de
segundo nivel en el Perú. Para los otros, el problema radica en una
institucionalidad débil; asimismo, de que los problemas de corrupción son
mayores en la inversión pública directa que en la APP y que los problemas en
estas últimas son casos puntuales.
De partida, Farid Kahhat recordó que los proyectos IIRSA se plantearon
durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, a los que se unió Fujimori en
agosto del 2000, dos años y medio antes de que Lula llegara al gobierno. En
segundo lugar, habría que preguntarnos de que gobiernos populistas se habla:
¿García II, Toledo y Humala? Si esto es cierto habría que buscar una nueva
definición del término. Por último, ¿acaso los Ministros que firmaron los contratos
y las adendas de los proyectos aludidos fueron funcionarios de segundo nivel? Hay
diversos argumentos falaces. Falacia de distracción cuando se cambia el tema a
la corrupción de los años ochenta (que nadie niega). Tampoco hay que olvidar sus
mayores niveles en los noventa. Tenemos una falacia por autoridad cuando se
repite que el actual sistema de APP incorpora las mejores prácticas de la OCDE,
¿cuáles en concreto? También falacias estadísticas cuando se dice que la
corrupción por obra pública es mayor a la de APP. Sólo como ejemplo, el tramo 1
del Metro de Lima costó US$ 519 millones y US$ 885 millones el tramo 2, pero
las carreteras IIRSA costarían US$ 4,662 millones sumando pagos realizados y deuda
pendiente.
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